"Lectura del santo evangelio según San Lucas"
 "Gloria a Ti Señor"


     San Lucas 22, 14 - 71 y 23, 1 - 56
 
A la hora determinada se puso a la mesa con sus discípulos. Y les dijo: "He deseado vivamente comer esta pascua con vosotros antes de mi pasión. Os digo que ya no la comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios". Tomó una copa, dio gracias y dijo: "Tomad y repartidla entre vosotros, pues os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios". 
Luego tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío". Y de la misma manera el cáliz, después de la cena, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros. Pero ved que la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. Porque el hijo del hombre se va, según lo decretado; pero ¡ay del hombre que lo entrega!"
Ellos comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería el que iba a cometer tal acción.
Surgió también una discusión entre ellos sobre quién debía ser considerado como el más grande. Él les dijo: "Los reyes de las naciones las tiranizan y sus príncipes reciben el nombre de bienhechores. Entre vosotros no ha de ser así, sino que el mayor entre vosotros será como el más joven, y el que mande como el que sirve. En efecto, ¿Quién es más grande, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Vosotros habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os voy a dar el reino como mi Padre me lo dio a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel".
"Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder cribaros como el trigo, pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando te arrepientas, confirma a tus hermanos". Pero él le dijo: "Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y hasta a la muerte". Jesús le contestó: "Pedro, te digo que no cantará hoy el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces".
Después les dijo: "Cuando os envié sin bolsa, sin alforjas y sin sandalias, ¿os faltó algo?" Ellos contestaron: "Nada". Y añadió: "Ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo la alforja; y el que no tenga, venda su manto y compre una espada. Pues os digo que debe cumplirse en mí lo que está escrito: Y fue contado entre los delincuentes. Porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí". Ellos le dijeron: "Señor, aquí hay dos espadas". Les respondió: "Es bastante".
Salió y fue, según su costumbre, al monte de los Olivos. Sus discípulos lo acompañaban. Cuando llegó al lugar, les dijo: "Orad para no caer en la tentación". Él se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y se puso a orar, diciendo: "Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Y se le apareció un ángel del cielo reconfortándolo. Entró en agonía, y oraba más intensamente; sudaba como gotas de sangre, que corrían por el suelo. Se levantó de la oración, fue a sus discípulos y los encontró dormidos por la tristeza. Y les dijo: "¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no caigáis en la tentación".
Aún estaba hablando, cuando apareció un gran tropel de gente encabezado por el llamado Judas, uno de los doce, el cual se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?" Los que estaban con él, viendo lo que iba a ocurrir, le dijeron: "Señor, ¿les damos con la espada?" Uno de ellos dio un golpe al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús dijo: "¡Basta ya! ¡Dejad!" y tocando la oreja lo curó. Y dijo a los sumos sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos que habían venido a prenderlo: "Habéis venido a prenderme como a un ladrón, con espadas y palos. Todos los días estaba con vosotros en el templo, y no me echasteis mano; pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas".
Lo apresaron y lo condujeron a la casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio y se sentaron alrededor; Pedro se sentó entre ellos. Una criada lo vio sentado junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: "También éste andaba con él". Pedro lo negó, diciendo: "No lo conozco, mujer". Poco después otro, al verlo, dijo: "Tú también eres de ellos". Y Pedro dijo: "Hombre, no lo soy". Transcurrió como una hora, y otro afirmó rotundamente: "Seguro que también éste andaba con él, porque es galileo". Pedro dijo: "Hombre, no sé lo que dices". E inmediatamente, mientras aún estaba hablando, cantó un gallo. El Señor se volvió, miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor cuando le había dicho: "Antes que cante el gallo hoy, me negarás tres veces". Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Los que custodiaban a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban; lo cubrieron con un velo y le preguntaban: "Adivina quién te ha pegado". Y le decían muchas otras injurias.
Al amanecer, celebraron consejo los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y los maestros de la ley; lo llevaron al tribunal y le dijeron: "Si tú eres el mesías, dínoslo". Jesús les contestó: "Si os lo digo, no me vais a creer; y si yo os pregunto, no me vais a responder. Pero desde ahora el hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso". Todos dijeron: "Luego ¿eres tú el hijo de Dios?" Y él les respondió: "Vosotros lo decís: Yo lo soy". Ellos replicaron: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, si nosotros mismos lo hemos oído de su boca?"
Se levantó la asamblea, lo condujeron a Pilato y comenzaron a acusarle, diciendo: "Nosotros lo hemos encontrado alborotando a nuestra nación, prohibiendo pagar tributo al césar y diciendo que él es el cristo rey". Pilato le preguntó: "¿Tú eres el rey de los judíos?" Y él respondió: "Tú lo dices". Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: "No encuentro ninguna culpa en este hombre". Pero ellos insistían con más energía: "Alborota al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde empezó, hasta aquí" Pilato al oír esto, preguntó si era galileo; al asegurarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo envió, porque Herodes estaba también en Jerusalén por aquellos días.
Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, porque hacía bastante tiempo que quería verlo, pues había oído hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas, pero él no respondía nada. Por su parte, los sumos sacerdotes y los maestros de la ley estaban allí y lo acusaban duramente. Herodes, con sus soldados, trató con desprecio a Jesús, se burló de él, le puso un vestido blanco y lo envió a Pilato. Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes eran enemigos.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: "Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo; yo lo he interrogado delante de vosotros y no lo he encontrado culpable de las cosas de que lo acusáis. Herodes tampoco, puesto que nos lo ha devuelto. nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. Por tanto, lo pondré en libertad después de haberlo castigado". Ellos gritaban todos a una: "Quita de en medio a ése y deja en libertad a Barrabás". Éste había sido encarcelado por una revuelta ocurrida en la ciudad y por un homicidio. De nuevo Pilato les habló, pues quería dejar en libertad a Jesús. Pero ellos gritaron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!" Y Pilato, por tercera vez, les dijo: "¿Pero qué mal ha hecho? No he encontrado en él causa alguna de muerte; por tanto, lo dejaré en libertad después de haberlo castigado". Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado, y sus gritos cada vez eran más fuertes. Pilato decidió que se hiciera como pedían. Dejó en libertad al que pedían (el que había sido encarcelado por una revuelta y un homicidio), y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran.
Cuando lo conducían, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía mucha gente del pueblo y mujeres, que se daban golpes de pecho y se lamentaban por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque vienen días en lo que se dirá: Dichosas las estériles, los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han amamantado. Entonces comenzarán a decir a las montañas: Caed sobre nosotros, y a los collados: Sepultadnos; porque si esto hacen al leño verde, ¿Qué no harán al seco?" Llevaban también a dos criminales para ejecutarlos con él.
Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los criminales, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Y se repartieron sus vestidos a suertes. El pueblo estaba mirando. Las mismas autoridades se burlaban, diciendo: "Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si es el mesías de Dios, el elegido". También los soldados se burlaban de él, se acercaban y le daban vinagre, diciendo: "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo".
Encima de él había un letrero que decía: "Éste es el rey de los judíos".
Uno de los criminales crucificados le insultaba diciendo: "¿No eres tú el mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro le reprendió diciendo: "¿Ni siquiera temes a Dios tú que estás en el mismo suplicio? Nosotros estamos aquí en justicia, porque recibimos lo que merecen nuestras fechorías; pero éste no ha hecho nada malo". Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey". Y le contestó: " Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso". Hacia el mediodía las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta las tres de la tarde. El sol se eclipsó y la cortina del templo se rasgó por medio. Y Jesús, con fuerte voz, dijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Dijo esto y expiró.
El oficial, al ver lo que había ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo: "Verdaderamente este hombre era justo". Y toda la gente que había asistido al espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba dándose golpes de pecho.
Todos los conocidos de Jesús estaban a distancia, igual que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, presenciando todo esto.
Un hombre llamado José, miembro del tribunal supremo, hombre bueno y justo, de Arimetea, ciudad de Judea, el cual no estaba de acuerdo con las actuaciones del tribunal y que esperaba el reino de Dios, se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, en el que todavía no había sido puesto nadie.
Era el día de la preparación de la pascua, y rayaba ya el sábado. Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea lo siguieron de cerca y vieron el sepulcro y cómo fue colocado su cuerpo. Regresaron y prepararon aromas y ungüentos. El sábado descansaron, como estaba prescrito.


"Palabra del Señor"
 "Gloria a Ti, Señor Jesús"


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO:
 
 
REFLEXIÓN: "Jesucristo, Hijo de Dios, con tu entrega de amor en la cruz has reinado en nuestras vidas; concédenos la entereza necesaria para que motivados por tu mismo amor, pongamos toda nuestra vida al servicio de nuestro prójimo y también nosotros estemos dispuestos a dar la vida por amor".
 
  Tomado de: Evangelio Palabra de Vida.
 
 
DOMINGO DE RAMOS
 
 
 
 
 


 
 
RECUERDA, JESÚS ES EL BUEN PASTOR:
 "El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace reposar, me conduce hacia las aguas del remanso y conforta mi alma......."
 Salmo 23


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