Consiste en un ardiente deseo de recibir a Jesús Sacramentado, y se puede hacer, interiormente, siempre y en cualquier lugar que nos hallemos. He aquí una fórmula fácil de retener en la memoria:

Jesús mío, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Os amo sobre todas las cosas y deseo que vengáis a mi alma. No pudiendo recibiros ahora sacramentalmente, venid al menos espiritualmente a mi corazón.

Aquí, como si realmente hubiéseis recibido a Jesús Sacramentado en vuestro corazón, deteneos algunos instantes para hacer actos de amor y confianza y pedirle las gracias que más necesitéis.

Como si ya hubiéseis venido, os abrazo y me uno todo a Vos; no permitais que jamás me separe de Vos.

Eterno Padre, os ofrezco la Sangre preciosísima de Jesucristo en expiación de mis pecados y por las necesidades de la Santa Iglesia.









RECUERDA, JESÚS ES EL BUEN PASTOR:
"El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace reposar, me conduce hacia las aguas del remanso y conforta mi alma......."
Salmo 23

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